En 1993, decidió volver a su aldea natal para abrir su propio restaurante en la que era y es todavía hoy su casa: Casa Marcial. Una aventura hostelera que, veinte años después, goza de la distinción de tres estrellas Michelin.

Casa Marcial no es el único restaurante con la impronta del cocinero. La Salgar, su primer restaurante urbano, goza ya de una trayectoria de una década con su hermana Esther Manzano a la cabeza. La última apertura del chef viene a engrosar la presencia urbana de Hermanos Manzano: Gloria, una casa de comidas en Oviedo como homenaje a su abuela (tanto en el nombre como en el formato de su oferta gastronómica).

Además de sus propios establecimientos, Nacho Manzano ofrece desde hace ocho años la posibilidad de disfrutar su gastronomía en eventos (tanto corporativos como sociales) mediante Catering Manzano. Un área de negocio que, desde 2014, cuenta con un escenario único en explotación exclusiva (el Palacio de La Riega, situado en Gijón) además de ofrecer sus servicios de restauración en otros edificios emblemáticos de Asturias (como el Palacio de Meres o el de Marqués de Casa Estrada).

A sus proyectos nacionales cabe sumar su papel como asesor gastronómico para Ibérica London: una apuesta por las tapas españolas en el corazón del Reino Unido que ya ha conquistado Londres (con tres restaurantes) y Manchester (con previsión de apertura para noviembre de 2014). La cocina de Nacho Manzano es una cocina de orígenes y memoria. Una en la que sus raíces, las de su tierra y su aldea natal de La Salgar, marcan de manera personal y gastronómica su trayectoria.

Nacho Manzano es fiel a la tradición sin renunciar a la modernidad. Es un cocinero para el tanto sabor como texturas son fundamentales de la misma manera que lo es el producto de calidad. Un producto que busca, prueba y selecciona como base de una gastronomía con carácter propio en la que es posible saborear Asturias sin salir de un plato. Admirador de todos los estilos y tendencias (porque cree firmemente que la cocina es tan grande y plural que todo lo bueno y hecho con el rigor debido siempre tiene un lugar privilegiado), es llamado con orgullo “el cocinero de la aldea”.

Una aldea que, para él, supone su hogar (gastronómico y real) y el punto de partida, por ejemplo, del momento creativo gastronómico que vive: la síntesis del paisaje asturiano a través de sabores tan dispares aparentemente como pueden ser la caza y el mar. Sabores parejos que, lejos de lo que pueda parecer, saben a Asturias y al paisaje que envuelve una sensibilidad propia de entender la cocina.